PRIMEROS AÑOS DE VIDA

José Kentenich nace en Gymnich, Alemania en 1885. Crece sin padre y su madre, de escasos recursos, se ve obligada a llevar a su hijo de 9 años a un orfanato. En la capilla de ese lugar, su madre encomienda la vida de José al cuidado y la educación de la Virgen María, consagrándolo a Ella. Este hecho marcará profundamente para siempre la vida del niño.

A los 11 años descubre que quiere ser sacerdote. Ingresa a la comunidad de los Padres Palotinos, donde, por su temperamento inquieto, su gran amor a la verdad y sus ansias de libertad, no siempre es comprendido por sus superiores. Sufre algunos años de crisis interior. Un salto en la fe y en la confianza en la Virgen lo ayudan a lograr la armonía. Ella será su madre, educadora y maestra en la fe durante toda su vida.

FUNDACIÓN DE SCHOENSTATT

En 1910 es ordenado sacerdote y comienza a trabajar en la formación de jóvenes. “Desde que fui ordenado sacerdote pude proyectar, formar y modelar en otros, el mundo que llevaba en mi interior”, recordaría años más tarde.

 

Su programa para la educación de los jóvenes fue el siguiente: “Queremos educarnos bajo la protección de María como personalidades libres, firmes y apostólicas”.

 

En 1914, en una pequeña capilla abandonada en el valle de Schoenstatt, les propone a estos jóvenes sellar una Alianza de Amor con la Virgen para que Ella se establezca allí y los eduque como hombres nuevos para una sociedad nueva. Es el inicio del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.

 

Durante la primera guerra mundial acompaña espiritualmente a los jóvenes que están en el campo de batalla. Al finalizar la misma, llegan al Movimiento las primeras mujeres. Con muchas de ellas, en 1920, funda la Federación de Mujeres y, posteriormente, en 1926, el Instituto Secular de las Hermanas de María. A éste le seguirán otros cinco institutos seculares fundados por él.

VIAJES INTERNACIONALES

Después de este tiempo, al finalizar la segunda guerra mundial, decide viajar por el mundo para proclamar el mensaje de Schoenstatt.

Así, entre 1947 y 1952, llega a Latinoamérica y Sudáfrica, lugares donde las Hermanas de María habían fundado Schoenstatt ya en la década del 30. También viaja a Estados Unidos.

LA PRUEBA MÁS DURA

Pero la experiencia más dura de su vida llega cuando la Iglesia prueba su fidelidad y obediencia; lo separa del Movimiento y lo envía como exiliado durante 14 años a Milwaukee, Estados Unidos. Muchas dudas acerca de su carisma y de su posición en la Obra por él fundada motivaron esta separación. El Padre Kentenich mantiene intacta su obediencia a la Iglesia y, a la vez, la convicción de que su carisma proviene de Dios. Confía plenamente en que María le allanará el camino para poder realizarlo.

 

Al finalizar el Concilio Vaticano II es llamado a Roma y reivindicado por el Papa Pablo VI, en diciembre de 1965.

ÚLTIMOS AÑOS

Tres años intensos de trabajo coronan su vida al servicio de su Familia.

El domingo 15 de septiembre de 1968, fiesta de los 7 dolores de María, inmediatamente después de celebrar la Santa Misa, muere en la sacristía de la Iglesia de la Santísima Trinidad, en el Monte Schoenstatt, Alemania.

El epitafio que él eligió para su tumba, “Dilexit Ecclesiam, Amó a la Iglesia”, resume el sentido de su vida, su lucha y su gran sueño. A su tumba, erigida en el mismo lugar de su muerte, llegan innumerables peregrinos de todo el mundo para confiarle sus intenciones.

RASGOS DE SU PERSONALIDAD

Aquellos que lo conocieron destacaron cuatro rasgos fundamentales de su personalidad:

 

Encarnó la paternidad como un reflejo de la paternidad divina. En un mundo donde se experimenta una multiforme orfandad, quiso regalar a muchos hombres y mujeres su corazón acogedor, paternal y cálido. Para él, la autoridad sólo podía entenderse como un servicio desinteresado a la vida.

 

Era un gran pedagogo que, por medio de un contacto vital con las personas, supo acompañar los procesos de vida, orientarlos hacia el ideal y promover siempre la libre decisión de quienes le fueron confiados.

 

Poseía una destacada capacidad profética. Sabía discernir los signos de los tiempos, con “la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”.

 

Era un hijo de María, a quien profesaba un profundo y tierno amor. Ella es la educadora del hombre nuevo, la promotora de un nuevo orden social y forjadora de una santidad que se compromete con el mundo y con la historia.

 

En 1975 se abrió su proceso de beatificación. En estos momentos está detenido para poder continuar las investigaciones de su vida y su obra. 

 

Su obra se extiende por más de 110 países, de los cinco continentes. Personas de la más diversa condición social y cultural, lo tienen como su referente, padre y orientador.